Las cinco de la tarde es un momento cercano y fétido del día, cuando las calles adoquinadas echan vapor y las paredes de hormigón de los edificios emiten aire caliente y sucio. Estoy sentada en mi aula, intentando parecer animada, con el pelo mojado detrás de las orejas, cuando entra mi alumna. Lleva la mochila al hombro y tiene la cara abatida.
"Hola, Eva, " le digo alegremente, "¿qué tal el día?"
"Muy bien." Se sienta en una silla junto a su amiga, apoya los codos en la mesa y se tapa la cara con las manos sucias.
"¿Un día largo en el colegio?" le pregunto.
"Sí."
"¿Tienes muchos deberes?"
"Sí."
"¿Tienes otras actividades extracurriculares además de esta clase?" Siempre me gusta hacerme una idea completa de la jornada académica de cada alumno.
"Ah, sí. Cuando llego a casa, tengo otra clase de inglés y luego una de español con un profesor particular."
"Vaya, que ocupada."
"Sí".
Empiezo la clase con un breve ejercicio de expresión oral y luego nos sumergimos en el presente progresivo con verbos de acción y no acción. Los ventiladores zumban obstinadamente por encima de la cabeza, pero aun así, mis alumnos están apáticos, desplomados, con los ojos vidriosos y aburridos.
Miro el reloj. Falta media hora.
"Bien", digo, tapando mi marcador de pizarra y apartándome de la pizarra para mirarlas de nuevo, "es hora de jugar".
La reacción es inmediata. Se enderezan, se incorporan en los respaldos de sus sillas y miran hacia arriba, con los ojos brillantes.
"El juego se llama " Quién, Qué, Cuándo, Dónde, Por qué?", les explico, repartiendo hojas de papel. "Para empezar, cada quien va a escribir el nombre de una persona en la parte superior de su hoja. Esa es la parte del quién. Ahora, doblen el nombre por debajo para que no se vea y pasen el papel a su vecino. ¿Tienes tu nuevo papel? Bien. Ahora viene la parte del qué. ¿Qué hace esta persona? ¿Corre, nada o se come un plátano?".
Los alumnos están ahora inclinados sobre sus papeles, garabateando, tachando cosas, dándoles la vuelta y agarrando con avidez el siguiente. Miro el reloj. El minutero avanza a toda velocidad hacia las seis, la hora de salida.
Terminamos la primera ronda y abrimos los papeles para leer las historias de señoras gritando en el parque a medianoche y de Shakira escabulléndose por los supermercados cuando debería estar desayunando.
El minutero marca las cinco.
"¿Tenemos tiempo para una ronda más?" les pregunto.
"Oh, sí", dice Eva, "¡tenemos cinco minutos!"